QUIEN A HIERRO MATA A HIERRO MUERE

El que a hierro mata a fierrazos muere
Editorial por Luis Ventura

Si hay alguien que conoce las reglas de juego en este medio, ese soy yo. Y no es la primera vez que el cazador termina siendo el cazado. Me tocó perder y lo tengo claro. Pero hubo otras ocasiones en las que también pasó. Como además sé que habrá otras oportunidades más en las que no me tocará la mejor parte. Pero forma parte de las alternativas del juego de la televisión.
El haber metido el dedo en temas y cuestiones que dolían a intereses superiores, me puso en un lugar de tiro y de exposición que siempre tuve asumido. Y no me sorprendió por la vida que llevaba en los últimos tiempos que fuese Silvia Süller el verdugo de mi ejecución. Hubo episodios previos que me permitieron presentirlo. Tampoco me sorprendió que Viviana Canosa, que sueña desde hace muchos años conmigo, le facilitara micrófono y programa para que Süller hablara pestes de mí y de mi familia. Lo que tuve que decir de ellas, ya lo hice en pantalla y creo que frente a la enfermedad, sólo se necesita tiempo y no mucho, para que quede en evidencia a los límites que puede llegar la mente humana.
Ahora sólo quiero hablar de los fogoneros de mi ejecución televisiva. Los titiriteros de la historia. Porque no se sabe que un productor del Teatro Tabarís, donde se ofrece El champán las pone mimosas, fue el que llevó la valijita con los dólares a la casa de Canosa, para que Süller dijese lo que dijo y le dieran el guión que tan bien se estudió.
Pero si pensaron que Ventura se iba a esconder debajo de la cama, aunque estuviese recién operado de mis ojos (28 puntos de sutura), se equivocaron. Por eso me levanté de mi lecho postoperatorio y puse la cara, como lo hice siempre. No me voy a esconder, ni me podrán callar y mucho menos me sacarán de la cancha, porque esto recién comienza. Yo sé quiénes pusieron el dinero para fusilarme, yo sé quienes facilitaron la pantalla para que Süller se despachara y yo también sé quiénes fueron los que me pasaron viejas facturas de notas y comentarios que siempre firmé con nombre y apellido. Por eso no dejo de saludar a Diego Gvirtz, el productor de TVR y Duro de domar, al mismo Roberto Petinatto, que antes llamaba tan seguido pidiendo clemencia y hoy me ajusticia… Son las reglas de juego de esta televisión caníbal que no te perdona y las acepto.
Ya está, no me quejo, me tocó la cucharada de hiel y punto. Pero quiero renovar mi amor por mi mujer, Stellita, mis hijos, mi familia y esos amigos que he sabido cultivar y cosechar, y que siempre están en el momento que deben estar. Nada más y está todo bien. .

CUANTA MAFIA, NO SERÁ MUCHO????


Fuente: Dario El País , Uruguay (Gracias Analia)
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